Dos posiciones muy opuestas se vieron durante los fuertes cruces y acusaciones. En el primer bloque hablaron de economía, salud, educación y relaciones exteriores. Luego sobre trabajo, educación y derechos humanos. Mientras Massa intentaba que Milei confirmara todo lo que afirmó en su campaña, el libertario, con su énfasis acostumbrado, lo acusaba de mentiroso y manipulador.
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Pocas propuestas hubo y muchos choques personales, y de lo poco que se puede destacar está lo relacionado a las relaciones exteriores, precisamente el comercio con otros países, cuando el diputado aseguró que el Estado no se mezclaría en esos asuntos y dejaría todo librado al accionar de los empresarios privados, sin mencionar que eso privilegiaría a los que más tienen.
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Con respecto a los arancelamientos, la quita de subsidios y de los programas sociales, el líder de LLA reconoció que los eliminaría, aunque no de inmediato, pero sin aclarar cuándo. Curiosamente, manifestó que las universidades públicas se convertirían en aranceladas para que los estudiantes puedan elegir, y el ministro no supo aprovechar la oportunidad de contradecir ese argumento.
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El cierre de Javier Milei consistió en una copia de las deposiciones finales realizadas en los juicios de las series norteamericanas, cuando los abogados quieren convencer al jurado de la inocencia o culpabilidad del acusado. Hizo hincapié en que su alternativa es la indicada y aseguró que los países de donde toma el sistema de gobierno (llámese EE.UU. o cualquiera de sus seguidores) son más ricos, sus habitantes viven más y los pobres están mejor (aunque sigan siendo pobres).
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Sergio Massa hizo un cierre donde privilegió sus deseos de mejorar la calidad de vida de los argentinos, con respecto a la salud, la educación, la seguridad y los ingresos salariales. Enfocó su argumento en la mejora del pueblo para que también lo haga el país. También reconoció que él no es la primera alternativa de muchos indecisos, pero es la mejor de las dos opciones, ya que no traerá más pobreza ni violencia.
