Corrientes, Capital,
25 de mayo de 2025 - fotorreportajes
Identidad, sabor e historia
El guiso que cruzó fronteras.
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Foto: María Daniela Varela
El locro tiene sus raíces en tiempos prehispánicos, entre pueblos originarios de la cordillera de los Andes. Hoy, más de cinco siglos después, sigue formando parte del menú patrio y cotidiano en países como Argentina, Bolivia, Perú, Ecuador y Paraguay.
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Foto: María Daniela Varela
Su nombre viene del quechua ruqru, y aunque la receta varía según el país o la región, el concepto es el mismo: un guiso espeso, nutritivo y popular que mezcla maíz, legumbres, verduras y carne en una cocción lenta y comunitaria.
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Foto: María Daniela Varela
Prepararlo no es algo que se hace a las apuradas. Es una cocción lenta, a fuego bajo, que invita a reunir a la familia o los vecinos mientras la olla trabaja. Por eso, en fechas patrias como el 25 de mayo, se vuelve un ritual que nos une en torno a la mesa.
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Foto: María Daniela Varela
Lo que alguna vez fue un plato de subsistencia hoy tiene un lugar en restaurantes, clubes de barrio y actos escolares. Nació con lo que había, con lo que se podía, se transformó en símbolo de identidad, resistencia y orgullo popular.
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Foto: María Daniela Varela
En Argentina suele incluir zapallo, maíz blanco, porotos, chorizo colorado, carne vacuna y panceta. En otras regiones andinas aparecen papas nativas, habas, queso o incluso carne de llama. Lo importante no es tanto el ingrediente como el encuentro.
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Foto: María Daniela Varela
Cada cucharada trae consigo un pedazo de historia. Es alimento, pero también herencia cultural.