Motosierra, depuración y mesianismo al estilo libertario.
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El mandatario argentino llegó a Roma con el foco puesto en tomar la drástica decisión de expulsar a funcionarios de la cúpula presidencial, arrepentido de haberlos hecho asumir, ya que pertenecen a los mismos colores políticos de los gobernadores y diputados que se oponen a sus caprichos y le provocaron otra de sus acostumbradas rabietas.
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El jefe de Estado aterrizó hoy en Italia a las 10.28 de Argentina, para reunirse con su par Sergio Mattarella, la primera ministra, Giorgia Meloni, y mantener su primera audiencia con el papa Francisco, pero antes apoyó los dichos de una de sus favoritas manos armadas, Patricia Bullrich, quien había festejado las cesantías programadas y responsabilizado a los funcionarios.
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El nuevo exabrupto del regente argentino no solo preocupa a los que observan desde la orilla opuesta, hasta el vocero presidencial, Manuel Adorni, quiso minimizar los dichos e indicó que “el Presidente no evalúa ninguna renuncia”, y que “si algún episodio (por un despido) o renuncia ocurre, será por cuestiones de gestión e idoneidad y no por una cuestión política”.
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Los que parecen tener los días contados son la secretaria de Minería, Flavia Royón, alfil del gobernador salteño, Gustavo Sáenz; el titular de la Anses, Osvaldo Giordano; el presidente del Banco Nación, Daniel Tillard; el secretario de Transporte, Franco Mogetta; Fabián López y Luis Giovine, que actualmente están bajo el ala de Luis Caputo.
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Como epílogo de esta aventura el mandatario se comparó a un personaje bíblico e hizo referencia a los versículos 19-21 del capítulo 32 del Éxodo (Antiguo Testamento), en el que se refiere a la “inconducta” de los hebreos contra Moisés mientras escribía los 10 mandamientos en el monte Sinaí, poniéndose en el lugar del conductor de los judíos y a sus funcionarios en el de los irrespetuosos guiados por él.