Argentina Corrientes, 31 de julio de 2023 - Opinión
Tal vez tras un exceso de consumo de caña (¿o sería whisky?), un ministro paraguayo instaló, en los últimos días, la peregrina idea de construir un muro en la frontera con la Argentina. Cual émulo del no menos delirante ex presidente yanqui Donald Trump, el titular de la cartera de Industria y Comercio guaraní, Luis Castiglioni, consideró que ese eventual “muro de Berlín” redivivo sería el método más eficaz para combatir el contrabando entre ambas naciones. Sería un ejercicio vano hacer cálculos sobre el costo de una obra tan faraónica, que debería cubrir una extensión de 1.690 kilómetros (tal la medida de la frontera paraguayo-argentina). Bastaría pensar que casi el 80 por ciento de ese límite es de naturaleza fluvial, como para sugerirle al señor Castiglione que realice una consulta al psicólogo.
Por suerte la propuesta fue tomada, en su mayor parte, con humor, tanto del lado argentino como paraguayo.Pero más allá de los chistes y las sobreactuaciones, las palabras del ministro de la nación hermana revelan un fenómeno subterráneo, pero no menos contundente: la transacción permanente, de carácter ilegal, entre ambos países, en lo que se da en llamar popularmente como “contrabando hormiga”. Más allá de la pequeñez del insecto que se usa como figura ilustrativa, ese mercado negro no es poca cosa. Según un reciente estudio, la medición de la economía informal en Paraguay en el año 2022 resultó en un valor de 22.019 millones de dólares, lo que equivale al 45,9% del PBI de ese año.
Y en la configuración de ese cuadro la Argentina tiene mucho que ver. “La economía de ustedes [la argentina] es la que alimenta buena parte de la economía informal paraguaya. Los productos argentinos que entran informalmente ayudan a bajar los precios internos”, le reveló el analista económico y empresario paraguayo Roberto Codas al diario argentino La Nación.
El problema existe. Tras reírnos un rato de la desopilante propuesta del ministro Castiglione, conviene no mirar para otro lado e ir en busa de las soluciones. El Mercosur debería ser el marco adecuado para ello, y dejar de ser una entidad plagada de buenas intenciones y organizadora de encuentros declarativos.
