Corrientes, 19 de abril de 2024 - Opinión
En medio de discusiones que deberían considerarse de vital importancia, ya que pueden sentenciar el destino de muchos argentinos, los choques verbales triviales están a la orden del día en el Senado, como el ocurrido entre representantes del kirchnerismo y de La Libertad Avanza, donde no solo resalta el irrelevante intercambio argumentativo, sino que también las interpretaciones de los dichos parecen ser malintencionados, y las únicas medidas que se toman sin discusión son las referentes a las dietas parlamentarias.
El senador Francisco Paoltroni (LLA) quiso hacer alardes de una intelectualidad inexistente y recurrió a una metáfora para expresar su obsecuencia. Finalizando la explicación de su postura aseguró que todo lo que estaba pasando le recordaba un cuento de su infancia llamado La bella durmiente, y continuó, alterando la trama de tan conocido relato, al cual en un momento determinado llamó -en forma completamente errónea- fábula: “Un día vino una bruja y los dejó a todos durmiendo, pero el 19 de noviembre vino el príncipe, les hizo el amor y los despertó a todos”.
Tras el ofuscado destello de elocuencia hasta sus propios compañeros partidarios se sintieron avergonzados, como el diputado Oscar Zago (LLA), que se tapó el rostro luego de escucharlo, pero la oposición tomó cartas en el asunto y la respuesta no se hizo esperar. La senadora kirchnerista Anabel Fernández Sagasti gritó sin micrófono que lo que había hecho Paoltroni era una “apología de la violación”, y agregó: “Milei vino a violarnos y despertarnos, usted quiere que nos violen a todos”.
Por lo visto las agresivas peroratas presidenciales también hacen mella en el Congreso argentino, donde se toma como ejemplo mucho del locuaz desvarío que pone en riesgo a todas las instituciones democráticas, y que incluso deja al país en el camino de las reyertas internacionales, situando a la Argentina en una posición de peligro y poniéndole una diana en la frente, para que sea el centro de agresión del fanatismo de las fuerzas combativas foráneas, representadas por extremistas provenientes de la radicalización religiosa.
En apariencia el mandatario nacional hace sus repetidos berrinches a semejanza de un reyezuelo medieval, pero su mayor objetivo es copiar otro aparato social decadente, como el de Estados Unidos, que posee un gran potencial bélico, pero que se ha convertido en el tercer país del mundo con más alta criminalidad (ostenta por año una cifra superior a los 300 mil crímenes violentos y más de 21 mil asesinatos, e incluso a una de sus ciudades más importantes, como Washington, la llaman “La capital del asesinato”), con una población que tiene más de 6 millones de desempleados, y una cifra superior a 4 millones de personas viviendo en las calles, sumado a 40 millones de habitantes con algún grado de analfabetismo, sin sistema nacional de educación y con estudiantes que se endeudan de por vida para seguir una carrera universitaria o terciaria.
