La empresa alegó falta de competitividad y un mercado desfavorable.
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La fábrica, inaugurada en 2022 con una inversión de más de USD 40 millones, había sido presentada como un polo exportador capaz de producir 300.000 unidades al año y generar 1.000 puestos de trabajo directos e indirectos. Sin embargo, la fuerte desaceleración del consumo interno, la pérdida de competitividad para exportar y el avance de los productos importados redujeron su capacidad a la mitad, dejando al proyecto muy lejos de las metas iniciales.
Con ventas estancadas y una producción que pasó de 600 a 400 lavarropas diarios, la empresa afirmó que ya no puede sostener la operación industrial en el país.
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Whirlpool continuará únicamente con su oficina comercial y de distribución, mientras que la UOM intentó sin éxito que parte del personal fuera reubicado. “Dicen que invertir en Argentina es demasiado caro”, relató un operario tras la reunión con la compañía. Para quienes trabajaron allí, el cierre no solo implica perder su empleo: es el final de una apuesta industrial que, en apenas tres años, se transformó en una planta vacía y en una promesa incumplida.