Corrientes, Argentina, 27 de septiembre de 2024 - Historia

Entre la urbe y la zona rural

Más crisis que nunca

Intentando hacer de puente para unir la campiña y la ciudad, y siempre abogando por los menos favorecidos, ofrecen una asistencia en la que se mezclan la buena voluntad, el cariño y la pericia culinaria.

Por Federico Zamudio
Fotos: Joaquín Meabe, María Daniela Varela, Joaquín Meabe, Joaquín Meabe

Cuando unos amigos se juntaron hace 5 años, unidos por los mismos sentimientos de caridad y el deseo de proveer a los más desvalidos, no imaginaron que tendrían un comienzo tan exitoso y un futuro no menos frustrante. Convertidos en fundación, y apuntando a servir el almuerzo y la merienda, iniciaron con unos 50 chicos, que fueron aumentando con el correr de los días hasta llegar a tener 120, sin contar con los adultos que se sumaron, motivados también por la misma carencia. La oferta alimenticia se extendió -incluso- para reforzar la cultura, haciendo entrega de libros o revistas en los momentos de las comidas. 

El lugar elegido para asentarse es un punto alejado de la ciudad, en un barrio periférico denominado Villa Eragia, ubicado más allá de la ruta 12, donde el campo se entremezcla con la urbanización moderna, pero donde se repite una realidad que afecta a toda la ciudadanía correntina. La falta de medios de los vecinos para otorgar una alimentación adecuada es el motor que mueve a estas entidades sociales, que en un principio surgieron para complementar el sustento nutritivo diario de las familias, pero que se fueron transformando -en muchos casos- en la única forma de llevar una porción de comida a las mesas.

Un garaje amplio que cuenta con mesas, donde recibían a los chicos y a sus familias, era el escenario donde, en cada comida, se vivía un momento de alegría, matizado con la lectura y los festejos de los chicos a las habilidades culinarias de la encargada, Virginia, quien para realizar esta actividad fue motivada por haber sufrido años de carencia sociales durante su maternidad, cuando tuvo que lidiar contra el hambre y la falta de trabajo. La actualidad dista mucho de aquellos inicios, hoy apenas si puede atender a 15 chicos, quienes si superaran ese número se retirarían con las manos vacías, al igual que sus estómagos.

El estado del merendero es crítico y semejante al de todos los demás que se dedican a esta actividad. Con el paso del tiempo realizaron ajustes, los cuales fueron en detrimento de la oferta gastronómica, pero necesarios para mantener con vida el lugar. Las donaciones disminuyeron poniendo en jaque el funcionamiento y, por lo pronto, estaban trabajando con alrededor de 50 comedores -en colaboración con aquellos que aún funcionan-, dando al menos una vez por semana una copa de leche o un plato de comida, siempre elaborada a duras penas con las mercaderías conseguidas.

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