Corrientes, 27 de noviembre de 2024 - Historia

De La Rioja hasta Corrientes bailando chamamé

Precisiones de un consumado bailarín y su visión experimentada.

La mirada de un artista que analiza las diversas formas de un género folclórico típico de toda una región, que incluye a varios países y forma parte de las raíces culturales de gran parte de Sudamérica. Un estilo cobijado en Corrientes, donde un crisol de razas aportó sus costumbres (desde la influencia europea a la aborigen) y le dio diferentes matices a sus formas, por lo que necesita un estudio más profundo, requiriendo una mayor investigación para descubrir todos los aspectos de esta danza tradicional.

Por Federico Zamudio
Fotos: María Daniela Varela, María Daniela Varela, María Daniela Varela, María Daniela Varela

Desde la prehistoria que el hombre expresa emociones a través del baile, ya sea en agradecimiento a los dioses o en rituales de apareamiento, baste que se oiga un ritmo, por más precario que sea, para que los cuerpos salten a la pista. De esta manera, este es el arte basado en la expresión corporal acompañada de música o un ritmo marcado por sonidos creados de diversas formas, golpeando los elementos que hay a la mano, desde rocas hasta maderos. Incluso, uno de los antecedentes que perduran surgió en el Oriente como una mezcla de baile y arte marcial, denominada tai chi chuan, donde los movimientos se realizaban al compás de los sonidos de la naturaleza (el correr del agua de un arroyo, las olas, el viento, etc.).

Estas formas de expresión ancestrales del ser humano, que tienen fines estéticos, de entretenimiento o religiosos, soportan un mismo origen, anclado a los usos y costumbres de los primeros hombres, pero solo puede apreciarse lo que ha llegado hasta nuestros días con las manifestaciones en movimiento actual, heredadas por la repentización cultural desde tiempos remotos. Pero descubrir las evoluciones de un baile primitivo, cuyos pasos solo quedaron grabados en imágenes rupestres, únicamente puede ser tarea de los estudiosos o amantes del movimiento rítmico, quienes tienen la inquietud de averiguar y enseñar las formas más originales, como Jorge Vega, un docente riojano, correntino por elección.

El bailarín norteño, de 45 años de edad, y cuya vocación surgió cuando tenía 14 años y cursaba la secundaria, en esa época participó en un certamen en Córdoba con su escuela, luego de lo cual se sumergió en la carrera de abogacía, pero después de llegar al cuarto año vio con claridad su verdadera aptitud y abandonó la Facultad para buscar su meta. Así, estando desempleado consiguió un plan del gobierno riojano, que le dio la posibilidad de bailar con un plan de asignaciones (semejante al de jefe de hogar), con el cual comenzó a enseñar danza en los inicios del siglo XXI, a la vez que estudiaba para convertirse en docente y mostraba su arte por diferentes lugares, incluso en países limítrofes, pero con el objetivo de abandonar su terruño para instalarse en otra provincia.

Cuando llegó a las tierras correntinas, tras embarcarse en la aventura de encontrar su profesión, cayó enamorado del Paraná y los paisajes ribereños, por lo que decidió asentarse en la ciudad capitalina. Mientras transitaba por el peregrinaje del matrimonio comenzó con un taller de danza, pero que no prosperó, aunque daba clases en Resistencia y donde existiera la posibilidad de compartir sus conocimientos. Más adelante consiguió una cátedra en el instituto superior de música Prof. Carmelo H. De Biasi, que le amplió el panorama profesional y sus opciones de trabajo. En la actualidad dirige dos academias de ballet, una llamada La Huella (folclore tradicional) y la otra es La Rivera Tango, organiza talleres en diversos lugares de Corrientes y enseña en el colegio Centenario.

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